lunes, 24 de septiembre de 2012

Odio al prójimo

El desprecio por el otro es un espejo de la inseguridad del ser.

Quien discrimina, demuestra la pobreza de su ego, al intentar inflarlo rebajando a otro.

Muchos tienen miedo de acabar comportándose o viviendo como quienes aborrecen.

Otros simplemente toman prestado ese sentimiento para formar parte de cierto grupo, ergo también denotan inseguridad.

Con este temor, se puede manipular fácilmente para propósitos ajenos al bien tanto del que tiene miedo como al que lo inspira.

El desdén hacia el que dista del estatus de uno, es un negocio muy rentable desde tiempos remotos.

Mientras unos acribillan a otros con menosprecios, unos pocos se regocijan con el vil espectáculo en un coliseo que se engrandece día a día, llenando así sus monstruosas arcas.


Pero, es más fácil ver los baches de otros, que a quien inunda un vacío con sentimientos iracundos, que van socavando hasta lograr una hegemonía despótica.

Entre los escombros del amor propio nace una ira que pretende destruir al de los demás.
La soberbia de creer tener la razón, sepulta la raíz de esa equidad vacua.

Más allá de nuestras máscaras, en el fondo, muy en él, todos ansiamos lo mismo. Sin embargo, nos empecinamos en ver nuestras diferencias, eludiendo que nuestra máscara era lo que teníamos a mano, al igual que nuestro prójimo.


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