La
verdadera distancia a veces no son cuadras, días, sino el abismo de la
incertidumbre, el sinsabor de una comunicación
recortada, rebajada, un sentir
disfrazado, o la incomprensión de la etimología actitudinal o aptitudinal.
Puede ser de ayuda poner distancia o inclusive
que nos la impongan, para acomodar ideas, sentires, y de esa manera saber si
vale o no la pena seguir con ese lazo que la vida en algún momento proporcionó.
A veces
uno se empeña en armar un rompecabezas, sin siquiera saber si la figura final
será lo que realmente agrada.
El
insomnio consensuado por alejamientos, dudas sobre culpabilidad, como la
quietud obsecuente, pueden ensordecer la razón, aún así, desordenar la mente cada tanto no viene mal,
siempre y cuando tenga un fin en todo sentido de la palabra.
Hay
silencios que retumban más que muchas palabras e inclusive enseñan, la clave
esta en saber como tomarlos.