viernes, 18 de marzo de 2016

La Perestroika

Cuando la calma sobra, y súbitamente se pisa una baldosa que hace tambalear la rutina de lo vacuo, de lo inerte, aparece entonces una luciérnaga en las tinieblas de la comodidad de lo conocido.

Todo centelleantemente nuevo, en aparente armonía va construyendo un estado de bienestar general que promueve que se alcen las tasas de la esperanza.

El problema en la expectativa es que no repara en economizar en tiempos ni ansiedades.

A veces lo que parecía una panacea, se rompe cual cascarón vacío y no solo no llena las arcas del espíritu, sino que genera un déficit que antes no existía.
Cada desilusión duele no por su artífice o el suceso en sí, sino por lo que carcome, por el patrimonio devaluado.

Una muralla atraviesa el alma y la razón, por fuera risas, mejillas rosadas.

Hay que aprender a no derrochar el vodka bebiéndolo furiosamente, ya habrá festines por celebrar, mientras tanto sólo resta esperar...

La revolución cesó, la quietud vuelve a reinar.