lunes, 26 de noviembre de 2012

Poder de cuarta


Intente evitar el cliché de hablar de un tema tan renombrado hoy en día, los medios. 

Pero la bilis rebalsa, arcadas sucesivas luego de ver las atrocidades de la parodia de una realidad que cuesta animarse a ver, porque es muy difícil soportarla.

Convierten victimas en victimarios y viceversa.



Se alimentan mayormente de la ira, así como la fagocitan la devuelven in eternum.

Es un abuso que televidentes, oyentes, internautas permiten una y otra vez.
Porque como un eco incesante hacen que la cadena de falacias prosiga su puto curso.

Hay quien considera que un personaje con un micrófono debe ser el paladín de la verdad, bien olvidan que es un asalariado y lo que ello implica.
Cada uno según su bando elije el cuadro que mayor lo represente, y por ende mirando sus partidos incrementará esas ansias de pertenencia.

La realidad está fuera de la comodidad del hogar, por las calles, a la vuelta de la esquina, pero se necesita una caja boba que la explique, que la desglose, que traduzca a su antojo.

Tampoco digo que todo lo que informa son puras mentiras, sino que son inevitablemente subjetividades.
Aun nombrando solamente los hechos sin calificativos, enumerándolos, ya se pondera uno por encima de otro, de acuerdo a su lugar en la lista.

Creo que metiendo varias voces en una licuadora, podría surgir algo similar a la realidad, al menos más cercano que un brebaje proveniente de una sola fuente. 

De todas maneras, así como las urnas las llenamos nosotros, en nuestras manos tenemos un control remoto.

martes, 6 de noviembre de 2012

Exteriorizar al vacío


A veces impera esa necesidad de hablar frente a un interlocutor mezquino, hermético, vacuo, poluto de sensatez, hipócrita.

Parece soez la razón para enfrentarlo con un argumento, ya que a va ser ahogado ante una ola de repudios, va a ser enjaulado, condenado a la inanición.

Pero la conciencia se vacía, la bronca acumulada despoja la mente, la sangre fluye con más pasividad, la impotencia, al menos la verbal, se pulveriza, y todo con un rugido de palabras.

Cuanto más uno se aferre a una idea, a un ideal, más resistencia demostrará aquel que la disienta, muchas veces no por sus principios, sino por el mero hecho de querer tener la razón, de creerse superior y superado.
Es una razón inconcebible en muchos casos, ya que está desnuda de argumentos.
Hay quienes carecen de ejemplos a seguir, otros lobotomizados, toman como suyo un pensamiento que les inculcaron a la fuerza y lo repiten hasta el hartazgo.

La batalla jamás se perderá mientras se persista con el pensamiento inicial a pesar de las calumnias impuestas, de la negatividad que el oponente quiere desparramar, pero más aún si luego de la tormenta de palabras puede vislumbrarse el arco iris de posibilidades que se presenta al tener uno un juicio muy propio e inquebrantable.