Hay muchos infortunios que pasan, y pasan de largo por la
vida sin surtir efecto alguno, ya sea porque no lo merecen o porque a quien le
suceden está muy ensimismado en la superficialidad o negado a sentir.
A veces uno elige mirar al costado, evitando aquello que trae
congoja al corazón, porque éste ha sufrido demasiado o al menos esto se cree,
(¿acaso hay medidor alguno para eso?), porque no tiene sentido llenarse de
lágrimas que pueden ahogar la razón o que se invada la tranquilidad de la
rutina. Así uno queda inmune, vacuo, inerte.
En la quietud emocional, dentro de la aparente muralla
protectora, poco a poco se va consumiendo la esencia del ser.
Quien sufre, quien siente a flor de piel intensamente, así también
puede buscar salir de ello, con la misma tenacidad, la misma pasión cual Ave Fénix.
En la desdicha hay algo muy positivo, el sentir.
El sentir nos humaniza, nos da libertad, nos hace vivir.