Es innato desde edad temprana notar lo que discrepa con
nuestro mundo. Pero el quid es el accionar que se efectúa frente a ello.
Todos tenemos prejuicios, negarlo es absurdo y un prejuicio
en si mismo.
Lo importante es vencerlos y así poder abrirse a conocer lo
distinto.
No es cuestión de aceptar al otro, ya que todos estamos al
mismo nivel dentro de nuestra humanidad, nadie tiene superioridad ni poder por encima
del otro (antropológicamente hablando) para decidir si alguien es digno de aceptación, sino que se trata de abrirse,
compartir, descubrir.
De las divergencias en conjunto pueden surgir muchas luces.
Los diversos matices pueden acercarnos a una veracidad, mucho más que la
opacidad de lo cotidiano.
Justamente por esa razón, hay agentes que se dedican a
utilizar la oquedad de algunos y la ingenuidad de otros para así transformar al
distinto en enemigo.
Aunque escuchar la campana favorita regocije, si no hay
otros tintineos, se puede volver monótono, aburrido.