Las intrigas muchas veces superan cualquier realidad.
Porque no hay mejor manjar que el que aun no se ha probado.
Aunque ya nos deleitamos con tantos, siempre puede haber uno
superior por conocer.
Súbitamente el resto se vuelve poco, mas de lo mismo, ya
nada alcanza a saciar la sed de adentrarse en lo desconocido.
Para que surja un imperio hubieron sus soñadores, pero también
había en que sostenerlo.
Y cuando la fantasía ahogó las estadísticas y
probabilidades, la gloriosa panacea se disolvió ante la ceguera de su creador.
Sin embargo, no siempre terminó en tragedia el hambre de
soñar desaforadamente.
Quizás hubiera sido peor la falta de ese desenfreno que los excesos
que podría desencadenar.
Si las acciones se limitasen a la seguridad de lo fáctico,
probablemente no tendrían tanta grandilocuencia, no provocarían gran impacto.
Cualquier lógica se escapa de un buen soñador ya que las
coherencias pueden ser posibles asesinas de los tesoros de la mente.