Nadie tiene el destino trazado en el mapamundi de la vida, y
aunque así pareciese que fuera, su respuesta ante su entorno, sucesos,
desgracias y bondades, son puramente de su autoridad (consciente o
inconsciente).
Poner la vara en una altura agradable y alcanzable,
tranquiliza, pero llega el momento que ya no puede saciar la sed del espíritu
glotón, ahí radica el dilema: conformarse o subirla.
Conformarse, teniendo un arcoíris de posibilidades, teniendo
la chance de razonar y decidir, no puede ser otra cosa que mentirse a uno
mismo.
La mediocridad entonces es una elección.
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