martes, 6 de noviembre de 2012

Exteriorizar al vacío


A veces impera esa necesidad de hablar frente a un interlocutor mezquino, hermético, vacuo, poluto de sensatez, hipócrita.

Parece soez la razón para enfrentarlo con un argumento, ya que a va ser ahogado ante una ola de repudios, va a ser enjaulado, condenado a la inanición.

Pero la conciencia se vacía, la bronca acumulada despoja la mente, la sangre fluye con más pasividad, la impotencia, al menos la verbal, se pulveriza, y todo con un rugido de palabras.

Cuanto más uno se aferre a una idea, a un ideal, más resistencia demostrará aquel que la disienta, muchas veces no por sus principios, sino por el mero hecho de querer tener la razón, de creerse superior y superado.
Es una razón inconcebible en muchos casos, ya que está desnuda de argumentos.
Hay quienes carecen de ejemplos a seguir, otros lobotomizados, toman como suyo un pensamiento que les inculcaron a la fuerza y lo repiten hasta el hartazgo.

La batalla jamás se perderá mientras se persista con el pensamiento inicial a pesar de las calumnias impuestas, de la negatividad que el oponente quiere desparramar, pero más aún si luego de la tormenta de palabras puede vislumbrarse el arco iris de posibilidades que se presenta al tener uno un juicio muy propio e inquebrantable.

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