La quietud es una sigilosa asesina. La inercia fagocita la
vitalidad a pasos agigantados.
Se ve al reloj, un infalible verdugo frente a nos, sin
embargo parece un inofensivo instrumento frente al cambio, a lo nuevo, a lo
desconocido.
Así como la renovación celular ayuda al cuerpo, las
vivencias, emociones novedosas hacen bien a la psiquis, ergo también al cuerpo,
a posteriori.
Un nuevo trago, una nueva delicia, un nuevo rumbo, pueden
gustar o no, pero lo que se tiene por seguro es que producirá al menos una
chispa tornasol en medio de la gris monotonía o ¿porqué no? un arco iris
llameante que despierte sentidos que teníamos ocultos.
También juega un rol determinante, el como se toma, se
disfruta, se vive eso.
Aunque parezcan de disímil importancia, son eslabones que
van forjando una conducta que puede ser desafiante a lo redundante o sumisa y
esperanzada como quien dice: si, algún día…
Ese “algún día” no va llegar.
Mañana no sabemos, tenemos un hoy.